En el fútbol, cada temporada se dan cientos de historias increíbles. Jugadores, hinchas, técnicos, árbitros y todos los protagonistas dentro del mundo de este popular deporte protagonizan casos insólitos que solo en él se pueden encontrar. Sin embargo, la de Steve Davis, un aficionado inglés, resulta única e insólita. Han pasado 21 años y con el paso del tiempo se ha convertido en leyenda.
Todo comenzó cuando Davis se hizo hincha del West Ham en 1975, tenía nueve años y vio en la pantalla de su televisor cómo se coronaba campeón en Wembley de la copa inglesa al derrotar al Fulham por 2-0.
A partir de ese día Steve le juró amor eterno al West Ham pues creía que lo ganaría todo. Si bien vivía algo alejado de Londres, no se perdía ningún partido, y estaba presente en todas las clebraciones y previas de los partidos. Bebía cerveza en The Boleyn Tavern, lugar donde se reúnen los hinchas de este equipo, e incluso dormía en alguna estación de tren, si la situación le obligaba Era un hooligan en todo el sentido de la palabra, le decían el loco.
Sin embargo, la relación de este furibundo hincha con el equipo de sus amores cambió para siempre a mediados de 1994, cuando viajó con dos amigos y su novia para ver un partido de pretemporada frente al Oxford City, amistoso que sirvió como excusa para para tomar algunas cervezas y pasar un buen rato.
Davis recuerda que aquella tarde unas 2000 personas se encontraban en la cancha del Oxford, pero que sólo un puñado eran hinchas del West Ham. Por eso aprovecho para insultar a Lee Chapman, delantero del equipo que no era de su agrado, y de paso reclamarle al entrenador Harry Redknapp para que lo sacara del equipo.
Lo interesante de esta historia empezó en el segundo tiempo, cuando ya se habían hecho todos los cambios y al West Ham no le quedaban suplentes. Casualmente Lee Chapman se lesionó y el equipo estaba obligado a quedarse con diez jugadores. Redknapp, desesperado por los insultos de Davis, y la celebración ante la lesión de Chapman, decidió encararlo y le dijo: “¿Crees que puedes jugar tan bien como hablas?”. “¡Claro que sí!” le contestó Steve.
En ese momento y ante la incredulidad del propio Davis, sus amigos y su novia, el técnico le dijo que fuera al vestuario y se pusiera un uniforme pues iba a ingresar al campo. Sus piernas flacas, el cuerpo sin fibra, más las cervezas que se había tomado y los cigarrillos que se había fumado, lo hicieron dudar si sería capaz de cumplir el reto de Redknapp. Pero ya era muy tarde, estaba dentro del terreno de juego.
Steve se tranquilizó cuando paró el primer balón que recibió y se lo entregó acertadamente a un compañero. No jugaba tan mal. Pero lo más impresionante iba a llegar después. El West Ham ganaba 4-0 y faltaba poco menos de veinte minutos. Llegó un centro al área del Oxford City y Steve la clavó en el ángulo. Esa cancha se convirtió en el paraíso para ese hooling de nariz torcida que gritaba el gol mientras el técnico le levantaba el pulgar. Sólo hubo un problema, el juez de línea levantó la bandera por fuera de lugar y el tanto fue anulado.
De esta manera Steve cumplió la fantasía de cualquier hincha en cualquier parte del mundo. Salir a jugar para su equipo.
Con información de El Espectador
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